El fin del mundo ya comenzó

By Alú Rochya - janeiro 29, 2022

 O fim do mundo


◢  Alú Rochya

El fin del mundo. La frase es cortita, contundente y por demás inquietante. Toda vez que alguien la pronuncia puede percibirse el disimulado pavor de los oyentes, quienes tratan de ahuyentar el pánico con risitas nerviosas, alguna ironía, un encogimiento de hombros. Se prefiere eludir el tema, pero el tema está ahí ya hace un buen tiempo. A finales del siglo 20 aparecieron las primeras referencias a nivel popular toda vez que se mencionaba al año 2000. La mayoría de la población mundial no había imaginado siquiera vivir hasta el año 2000, un punto cósmicamente distante de la cotidianeidad, un número más vinculado a los relatos de ciencia ficción que a los calendarios Pirelli.

El mundo no se acabó en el año 2000 pero desde entonces el tema nos persigue desde resucitadas profecías, anuncios de astrólogos y videntes, literatura mística y filmografía de catástrofes. El punto de inflexión fue en el  2012, el año símbolo de las profecías mayas que auguraban lo que ellos llamaron el fin de los tiempos. Por liviandad, ignorancia, interpretaciones erróneas, oportunismo comercial o mera perversión se vinculó el fin de los tiempos con la idea del Armagedón bíblico y se lo tradujo como el fin del mundo o, más precisamente, como el fin del planeta y la especie humana. En rigor, los mayas no anunciaban ninguna destrucción masiva sino el fin de un ciclo planetario y cósmico, que podría traer la aparición de eventos climáticos extremos pero, por sobretodo, devendría en el fin de la actual civilización humana. Y ese proceso comenzó, sí, en el año 2012 y se extenderá por un largo tiempo.

Si nos detenemos un poco a observar y reflexionar, veremos que ese "fin del mundo" ya se verifica en el fin de las cosas tal como existieron hasta aquí, tal como las conocimos (... "y sí, las cosas han cambiado mucho, ya no es como era antes, vió?"...). Si algo faltaba era el coronavirus, después del cual nada más será igual, nada volverá a lo "normal". La pandemia es un fenómeno que impacta silenciosamente en todos los planos de la vida humana, de lo masivo a lo personal, de la sobrevivencia a lo afectivo, de lo material a lo espiritual. Amenazándonos con la muerte, el virus nos  interpela por el sentido de la vida.
   
Absolutamente todo tendrá un fin. Esa será la tendencia. Algunas cosas simple y llanamente desaparecerán por siempre (especies, culturas, objetos...), otras se reciclarán en nuevos significados, con nuevas formas y otro espíritu. Del trabajo a las artes, de los deportes a la ciencia, de la religión a la economía, todo se irá transformando, más rápido de lo que podemos imaginar. No estamos ante una crisis ocasional ni temporaria, estamos ya inmersos en la crisis terminal de una civilización.

Podemos hacernos los distraídos, salir silbando bajito, cerrar los ojos a las evidencias pero, intuitivamente, todos sabemos que el mundo actual llegó a su fin, que ya estamos vivenciando el principio de eso que han dado en llamar el fin del mundo. Así, presentimos que alguna cosa extraordinaria está aconteciendo o por acontecer en nuestro planeta. Ya estamos siendo noticiados de cambios profundos en diversos ámbitos que nos dejan con la boca abierta y lleno de recelos.
 
Olas de calor o de frío matando miles de personas, derretimiento de los hielos polares, aumento de las aguas de los mares, creciente desertificación, degradación de los ecosistemas, lluvias ácidas, tsunamis, terremotos, multiplicación de ciclones, inundaciones desvastadoras, disminución de las fuentes de agua potable. No son profecías ni anuncios apocalíticos a ser verificados en un futuro. Son realidades con las que ya estamos conviviendo, aquí y ahora, sin que aún les otorguemos la importancia decisiva que tienen para nuestra propia vida, para nuestra sobrevivencia y que hacen que ya se hable de una sexta ola de extinción en masa.

Por otra parte, en nuestras sociedades, asistimos a inéditas expresiones de conflictos, revueltas, guerras civiles, degradación de valores, actos aberrantes, ondas migratorias, pestes, hambrunas. locura colectiva.

En medio de ese cuadro dramático, aparece una pandemia, una peste globalizada y todo el mundo vuelve a sentir ese extraño sentimiento de pánico con silenciador que nos provoca la sensación de que el fin está ahí nomás, a la vuelta de la esquina. Y sí, el fin está a la vuelta de la esquina.


Hay un apocalipsis en marcha. Y el gran finale irá acontecer, sí o sí.


Apocalipsis suena como una palabra siniestra, pavorosa, por estar vinculada a la idea bíblica de un fin del mundo calamitoso y trágico que arrancaria del planeta a toda la humanidad excepto unos pocos elegidos. Y, en verdad, todo el escenario fue configurándose para eso hasta llegar a la segunda mitad del siglo 20, cuando vivimos bajo la amenaza de una tercera guerra nuclear devastadora que proyectaba el aniquilamiento de las especies terrenas.     

Sin embargo, el significado de la palabra apocalipsis nada tiene que ver con ningún Armagedón ni tragedia parecida. Apocalipsis significa, literalmente,  revelación . El descubrimiento, la presentación de una gran verdad, ya anunciada desde siglos atrás, en diversos lanzamientos proféticos. Y esa verdad es que no todo es materia ni todo comienza y termina con ella,  hay mucho más por detrás de los cuerpos y las cosas. Y en ese detrás se desarrolla la verdadera existencia de todas las cosas que encuentra en la materia apenas su representación.

Estamos atravesando un período de tribulaciones en el que comienza a revelarse el inicio de una transición de los tiempos de oscuridad -regidos por un apego trágico al materialismo- para una nueva civilización. Aparece otro modo de estar en el mundo, donde una mayor espiritualidad, basada en el amor incondicional y los valores universales puede generar un equilibrio más fructífero y feliz entre la densa materia, donde todo se manifiesta y el sutil espíritu que a todo le da vida.

Hoy la vida se nos presenta caótica, contradictoria. Por una parte, se incrementan los sucesos que nos separan. La agresión, el odio, los enfrentamientos por ideologías, religión, modelos de moralidad o nacionalismos. Pero al mismo tiempo nunca hubo tanto amor en la humanidad, tanta gente amando. Más personas están encontrando la paz, aprendiendo a controlar sus emociones, siendo más tolerantes y comprensivas, dando lugar a circunstancias de solidaridad y de respeto con los demás, de unidad con el planeta y el cosmos.

Hoy vivimos en un mundo de simulación. Se imita la verdad, se finge lo que es. Es decir, se vive en un mundo de mentiras donde se miente la primera vez y luego no se para de mentir, mintiendo una mentira trás otra para tapar la primera de las mentiras. El proyecto del Metaverso impulsado por el perverso propietario de Facebook pretende dar la puntada final: convertirnos a cada uno de nosotros en una mentira, sustraernos la condición de seres reales y, por tanto, verdaderos para convertirnos en personajes de una ficción escrita, predeterminada por una secta de programadores digitales.

Eso nos lleva a pensar en la necesidad de elevar nuestra consciencia, nuestra lectura de la realidad. Observar el mundo con una mirada que trascienda la superficialidad de las cosas. Traspasar el muro virtual de los discursos, las publicidades, el marketing, los símbolos, para poder ver, sentir, percibir, escuchar el estruendo del derrumbe del viejo mundo y todas sus máscaras.       

En simultáneo al mundo que muere, un mundo nuevo pugna por nacer. Ese es el apocalipsis, una transición hacia otra dimensión de la experiencia humana, que no será leve ni fácil pero que traerá una vida nueva, un tiempo mejor, más luminoso, más justo, más integrado y alumbrará el proyecto final del ser humano, el verdadero humano, un ser de otro nivel evolutivo, que convertirá en memoria la realidad angustiante de estos días, este presente de egoísmos, injusticias, violencia, desamor. Será el tiempo de un humano espiritual trascendente, libre, amoroso, bello.✤

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